4.16.2008

vanalidades

A orillas del Río Amazonas reside Pelusio, el Grande, vuelto a la vida como las olas vuelven a acariciar la arena sobre la cual se posaron hace un rato. Hasta allí se acercaron una vez un grupo de paparazzis, enterados de la noticia de la resurrección del profeta incomprendido, figura principal (aunque no autor, porque Pelusio es como Osho; habla, pero no escribe. Bah, es como Osho pero más groso) de miles de libros, películas, fotonovelas, blogs y cual medio de comunicación se le ocurra.
Días y noches lo estuvieron buscando, desesperados, entre las ramas y en las cuevas, a orillas del río y en la selva frondosa, sin señales de nada. Días y noches de calor agobiante y frío extremo azotaron a los paparazzi que comenzaron a dudar de la noticia, de la resurrección. Al principio eran catorce. Dos se marcharon. Tres murieron de forma misteriosa. Los nueve restantes estaban a punto de darse por vencidos cuando una tarde, por detrás de un arbusto, la melena ceniza del Unico apareció tomándolos por sorpresa. Los paparazzi no lo podían creer: era cierto: Pelusio el profeta había renacido.
Comenzaron a disparar sus cámaras, una y otra vez, miles de veces, enfocando al Fenomenal desde todos los ángulos posibles, noticia de tapa segura, éxito de ventas de las revistas más importantes del mundo. Luego del primer instante de asombro sacaron sus grabadores y empezaron a preguntar, a los gritos, excitados como púber viendo The Film Zone:
- Maestro, como puede ser que...
- Pelusio, dónde estuvo, qué vio, cómo es el más allá?
- Es un enviado de Dios?
- Cuál es su mensaje para los fieles del mundo?
- Dese vuelta y muestre la cola... eso, eso, así...
- Si usted es verdaderamente tan grande, por qué su blog es tan choto?
- Por qué no hace una plantilla copada, en vez de usar las predeterminadas?
- Qué opina de Budha?

Luego del azote de preguntas vanales, cuando los paparazzi hubiéronse cansado ya al ver que no iban a conseguir respuesta alguna, Pelusio habló. Con tono pausado y calmo, con voz de oro y platino, habló a las criaturas que tanto lo habían buscado. Habló y dijo:

- Ustedes me encuentran porque yo quiero que me encuentren. Los que se fueron, se fueron porque yo quería que se fueran. Los que murieron, murieron porque yo quería que mueran. Ustedes no son hombres, son instrumentos. Sus cámaras son más hombres que ustedes, pues al menos pueden ver. Ustedes estan ciegos e intentan por eso cegar al mundo, de la única manera posible: mostrando cosas. He vuelto, sí, porque la muerte es más bien aburrida. Pero he vuelto para estar con la naturaleza, no con los magnates del comercio y la comunicación. Les falta mucho por aprender. Mucho por escuchar. Un blues lo puede cantar cualquiera, más nadie canta el blues como el ciego Willie McTell. Nada de lo que vean podrán registrar, ninguna de las fotos llegará a destino, porque no soy imagen: soy polvo.

Y dicho esto, Pelusio dió media vuelta y se retiró, caminando despacio, y pese a que había sol, cayó del cielo un rayo y del rayo se desprendieron nueve centellas y cada centella se estrelló en cada una de las cámaras de fotos de los paparazzis y las mismas se destruyeron por completo, y terminaron hechando humo al igual que los paparazzi, que sintieron que habían viajado y sufrido en vano, pues ningún registro quedaba de la aparición del Grande, y posiblemente nadie en la ciudad les creería lo que habían experimentado.

Así reapareció, así volvió a comunicarse con el mundo. Los paparazzi fueron despedidos de sus respectivos trabajos, entraron en conjunto a un templo tibetano y se volvieron monjes. Los hombres en la ciudad escucharon la historia. Algunos la creyeron. Ustedes pueden creerla o no, pueden pensar que es solo para hacer reir o pueden encontrar el mensaje, el verdadero mensaje, el del Rey. Pueden saber quién es Willie McTell o no, todo da lo mismo. Aunque deberían escuchar a Dylan un poco más.

No hay comentarios: