5.03.2008

Pelusio, parte de la religion

Después de años estudiando la obra de Pelusio, el Profeta incomprendido, salta a la vista que uno de los temas recurrentes de la obra Pelusiana es la religión, y es por esto que muchas veces ha hablado el Genio acerca de este tema. Muchos hombres, lo elevan a la categoría de Dios, hecho del cual el Profeta, en su eterna y humildísima humildad, reniega constante, alegando que él no es un Dios, que es un hombre, y que si le dieran a elegir preferiría ser un Hombre antes que un Dios, pues el primero creó al segundo y es por lo tanto superior, pero muchos no lo entienden y le siguen diciendo Dios, y a Pelusio no le queda otra que resignarse.

En medio de la Selva del Amazonas, donde reside Pelusio en el ascetismo máximo, se encontraron de casualidad (sí, claro, como si Pelusio dejara algo librado a la casualidad, haceme reír, ja) cuatro hombres, cada uno representante fiel de una religión. Un judío, un musulmán, un cristiano y un budista. Los cuatro buscaban al Grande para conocerlo, y para predicar la palabra de sus respectivos dioses al Profeta, que se conoce como agnóstico y de ahí no se quiere mover, cosa rara, puesto que Pelusio todo lo sabe y agnóstico significa “que no sabe”. Cada uno de los religiosillos quería hacer que el Sabiosísisisimo se afilie a la religión que ellos creían la verdadera, para tener entre sus filas la sabiduríá máxima, flor de vivos eran. La cosa es que de casualidad (jaja, de nuevo, si claro) se encontraron los 4 en el mismo punto de la selva, a la misma hora, y se miraron la cara, los kipás, las cruces y todo, se revisaron casi con asco el uno al otro hasta que inesperadamente, Pelusio apareció de entre los arbustos y habló a los cuatro en conjunto, sorprendiéndolos con su voz de oro:

- Ah, la religión, esa necesidad de los hombres de tener una respuesta, una salida, una oportunidad más. Busquen, como yo, la vida eterna en las cosas finitas. No de angostas, finitas de que se terminan, lo contrario de infinitas. Se los explico por las dudas, puesto que tanta cabeza puesta en la fe, los hace a veces olvidarse de la razón, que es lo que nos hace humanos y por lo tanto es lo que nos hace. Cuál de sus dioses es el verdadero y único? Cuál de ustedes irá con sus compañeros a la próxima vida, al próximo nivel? Ninguno, pues este mundo no es un fichín de Sacoa. Buda llena, pero un budín llena más aún. Y yo, libre de pecados, lanzo esta piedra, la primera, y vean lo que hago.

Y acto seguido el Profeta recogió una piedrita del suelo y la tiró al río Amazonas, así nomás, sin mucha vuelta, e increíblemente hizo 327 sapitos, hecho que dejó perplejos a los religiosos, que vieron en esto un milagro, pero cada uno de ellos se lo atribuyó a su propio Dios, y ninguno se lo atribuyó a Pelusio, que era un verdadero maestro sapitero, y se pusieron a discutir, puesto que el judío había contado 328 y no 327 como el resto, y el musulmán decía que habían sido 326, puesto que uno de los sapitos se le contaba a Alá, pues sin Alá nada existiría, ni el Amazonas ni la piedrita ni nada, y así discutían, 326, 327, 328, y el musulmán amenazaba con inmolarse si no le daban la razón, y el cristiano pedía a la Virgen ayuda, y Pelusio se iba, caminando lentamente hacia el monte, desapercibido, con una nutria caminando a su lado, y le hablaba a su amiga y le decía, con tono dulce y eterno, entre los gritos de los creyentes:

- Tú crees, pequeña Eufemia -así se llamaba la nutria- que si estos hombres no se ponen de acuerdo en cuántas veces rebota una piedrita en un lago, podrán ponerse de acuerdo acerca de un Dios?

Eufemia movió de un lado a otro la cabeza en gesto claramente negativo. Pelusio siguió:

- Pues yo tampoco. Tú, que no buscas a Dios en una plegaria o en un edificio, estás más cerca de la vida eterna que ellos. Te juego una carrera hasta arriba, el último cola de perro.

Y se fue corriendo monte arriba, hasta la cima, en carrera con su amiga la nutria. Y la dejó ganar para que ella se sintiera bien. Y escuchó, horas después, desde el monte, los gritos de los hombres que seguían discutiendo, 326, 327, 328, Aleluya!, 327, Jaba jaia jaba! 328! Olé olé olé olé, Alá Aláaaaa!!!, así un rato largo, los hombres religiosos discutiendo y a los golpes, el budista tirando tomas karatekas, las religiones en guerra eterna y Pelusio arriba, en el monte, peinando una nutria y viviendo en paz. Grandes son sus palabras y grande es su voz, que desde el monte llega al mundo entero sin necesidad de gritos ni de golpes, esbozando en el aire sus enseñanzas bajito, muy bajito, casi susurrando, para que las oiga solo quien quiera oírlas.

3 comentarios:

]v[arucuturu dijo...

Sublime, Don Alessandro. Nadie como Pelusio para explicarnos en sencillas y contundentes palabras todo lo que años de religiones, dogmas y diezmos no han podido enseñar.

Usted que lo sabe todo de Pelusio, no tiene registro de alguna Secta Pelusiana de los Ultimos Días que se haya formado una vez que Pelusio desapareció? No sabe si en el cine Paramount de Caseros hay una sucursal? Necesito elevar a Pelusio a la categoría de Dios Pokemon Omnipresente y Repulenta.

Apreciándolo como el primer día.

Anónimo dijo...

Uno de los mejores, siga así. Y atento que en poco me hago una cuenta blogger y se viene el mío! Escucho sugerencias de nombres

alessandro tambuzzi dijo...

Marucuturu: que bueno que encuentres la luz en las palabras del Grande. pero no lo eleveis a la altura de Dios, recuerda que él quiere ser hombre. respetémoslo en eso, al menos.
apreciándola como el último.

Ceci: gracias, y tu blog se puede llamar "me gusta la manguera de carne".