Sentado a la orilla del Amazonas estaba Pelusio, el Profeta incomprendido, mirando cautelosamente a los dorados surcar el río. Son muchos quienes lo buscan y dichosos quienes lo encuentran, pues su sabiduría es capaz de iluminar 10 hangares a oscuras, y sin dañar la capa de ozono. Hasta allí se acercó un día un hombre, buscando una respuesta clara y sincera para un problema que hace tiempo le aquejaba: cómo eliminar las guerras de la faz de la tierra, y devolver a ellas la paz?
Cuando encontró al Maestro su corazón palpitó con fuerza, y sus palabras salieron de su boca con timidez, como quién interrumpe a un Dios del Olimpo copulando:
- Pelusio, Gran Pelusio, sé que mirar los a los dorados surcando el río es tu deleite y no quiero interrumpirte, mas he viajado hasta aquí para hacerte una pregunta y encontrar de tu boca la respuesta que salve a este mundo…
- Habla - dijo Pelusio, aunque sabía de antemano lo que el otro iba a preguntar, porque Pelusio sabe todo, pero no quería que el pobrecillo se sienta mal.
- Quiero saber cómo acabar con la guerra en este mundo, cómo hacer para volver a instalar la paz y que todos vivamos en armonía.
Pelusio no movió ni un ápice su rostro, que seguía observando los lomos de los dorados bajo el agua cristalina, y respondió, inmutable:
- Nunca pinches los chorizos. Hay quien los pincha en la parrilla para que pierdan aceite y para que el aceite no salga despedido después cual bomba molotov. No lo hagas, pues quien pincha los chorizos no sabe que el aceite que cae en la parrilla moja las brazas, y de a poco las apaga, y si no las apaga igualmente las hace despedir un humo que altera el olor y sabor del chorizo original.
El hombre se quedó en silencio, pensando en las palabras del Amo, rascándose la cabeza cual simio ante un problema aritmético. Luego de darle vueltas y vueltas al asunto, y sin encontrar absolutamente ningún sentido en la metáfora, inquirió:
- Profetísimo, disculpe pero no encuentro la relación entre la guerra y …
- Nunca pinches los chorizos, hijo. Nunca.
Y el hombre se fue. Y no la cazó. Porque no estaba preparado, porque no entiende los métodos de enseñanza del Fenomenal, que sabe todo, y que sabedor ende que hay cosas que no tienen solución, como las guerras, y que intentar modificar esas cosas es tan vano como sacar el agua del océano a baldazos, y que por eso, cuando alguien hace preguntas cuya respuesta es imposible, preguntas idiotas, el Sabio responde con algo de valor, algo útil para la vida, para el día a día del hombre, un tip de la buena barbacoa, por ejemplo, para que no se vayan con las manos vacías, sintiéndose idiotas por haber viajado tanto al reverendo botón. Y por eso habla de chorizos cuando le preguntan por la guerra, y por eso su sabiduría es reconocida solo por los estudiosos, los que se fijan en cada letra de sus enseñanzas, y por eso es grande, grandísimo, enorme es Pelusio, el profeta incomprendido, sentado en una roca mirando los pececitos, que lindos.
4.28.2008
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