Guadalupe vivía en el barrio de villa crespo, 26 años, sola. Muy sola. Demasiado. Era linda pero no podía dar con esa otra mitad suya que sabía/creía/esperaba en algún lado del mundo. De día era una chica común, atractiva, que caminaba por la calle, pero de noche lloraba. Siempre, todas las noches lloraba y se culpaba de su soledad. Algunas mañanas también. Un día Rosa, amiga suya de la infancia que era fea pero tenía novio por ser muy gauchita, le dijo, casi al pasar "en medio de la Selva del Amazonas reside Pelusio, el Profeta... porque no vas a verlo y le hacés un petelín?"
Más aún Guadalupe se ilusionó con otra idea: buscar en Pelusio no el sexo carnal, no el gozo ulterior de la lujuria que el Grande puede infundir, porque puede hacer de todo, sino hallar en El la sabiduría eterna y profunda que el Majestuoso imprime a quienes quiere ayudar. Y eso que Pelusio no es nada fulero, tiene facha y todo.
Guadalupe se adentró en la selva. Hay quienes están días, semanas y hasta meses esperando encontrar al Fenomenal, más ella lo encontró en apenas minutos, pues el sabio la vió dócil y tierna y decidió ayudarla.
- Pelusio, Maestro de los maestros, Genio supremo, necesito tu ayuda... no sé por qué estoy sola, pero sé que ya no quiero estarlo. Siento que nadie hay que me acompañe, que quiera envejecer conmigo y acariciarme el cabello cuando ya sea anciana. Solo pido un hombre, alguien que me quiera y me comprenda, que quiera ver una película un domingo a la tarde y ser feliz, lo busco hace tiempo y no puedo hallarlo. Necesito un consejo, por favor, Oh Gran Maestro, por favor.
Y se largó a llorar cual chiquilla sin chupete. Mas Pelusio habló, y las lágrimas cedieron para que los oídos escucharan con más atención.
- Niña - dijo Pelusio, y su voz sonó como mil truenos de algodón, o sea, algo potente y suave a la vez, por si no se entiende la metáfora- eres consciente de tu problema, más no eres consciente de que eres conciente de ello. Acabas de mencionar sin darte cuenta cuál es la razón por la que no encuentras al amor. No estás encontrandolo, estás buscándolo.
Hizo una pausa para sacarse una espina del pie, y siguió:
- Dónde se buscan las fantasías? Dónde la inspiración? El amor no es una persona, porque una persona sola no puede amar. No es un nombre porque los nombres encierran cosas y el amor las abre. El amor no es una canción, ni un poema, ni un ideal. El amor no es una calle que puedes buscar en la Guía T, no es un juego de llaves perdidas que se encuentra y luego se pierde así ad infinitum. El amor no es una flor, ni un aniversario, ni una suma de recuerdos. El amor no es un casamiento ni una convivencia ni una promesa para siempre. El amor es una espina que se te clava en el pie, y un billete tirado en la calle. No hay sentido en buscarlo, pues solo encontrándolo se lo encuentra.
Guadalupe lo escuchó con atención y permaneció callada unos minutos. Luego volvió a llorar, pero esta vez sus lágrimas eran distintas: eran lágrimas de alegría, de gozo. Eran lágrimas de amor. El mensaje del Supremísimo había llegado profundo, había calado hondo en el corazón de la pequeña, que lo abrazó fuertemente y le lloró un poquito en el hombro, mientras el Profeta le pispeaba la cola. Pero el Rey no la tocó y la dejó ir para que viviera feliz y encontrara, sin buscar, sin desesperarse, al amor de su vida, y no la dejó ir porque no le gustara, estaba muy bien Guadalupe, 7 u 8 puntos, la dejo ir porque Pelusio no está para eso, porque está más allá del amor, más allá del sexo, más allá de la eternidad, porque es grande Pelusio, muy grande, ni se imaginan cuan grande es, una bocha.
4.24.2008
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